No
sé dónde estaré mañana,
no
sé qué comeré,
no
sé si el aire lo sentiré frío
o
como un lametazo tórrido.
No
sé si habrá tantas esquinas
como
para salir huyendo,
ni indicaciones visibles
fácilmente
descifrables
cuando
llegue la fiebre en días
como
hoy.
No
me quedan bocetos ni diseños,
-a
conciencia los he quemado-
he
dejado atrás los propósitos y los esquemas,
las
maletas, las mochilas y los sobres de papel
reciclado,
el
tutú, las formas peregrinas
junto
a la silbadora juventud.
Eso
me permite poner un pié encima de la roca
y
poder sonreír de antemano, mucho,
mucho
más tiempo.