Tengo
un pozuco de paz
para
entregarte, un mimo
sincero
como estación o
pequeño
apeadero.
Una carta de papel de esas
que
no se usan,
para
que recuerdes las natas de
la
leche con azúcar, y el balón
oblongo
y pinchado, más veloz
del
planeta.
Algún
raspón en la rodilla
como
cicatriz de forajido,
y
ese olor a verde y a tortilla
de
patatas.
Tengo
una tonada antigua
sobre
todas las baladas,
para
cantarte muy bajito
y
calmar los sonidos que te rugen
por dentro,
dándote
la quietud que tú precisas.
Y tengo
ese silencio limpio
que
no pregunta
para
que te quedes a dormir en mi regazo.
Nená
de la Torriente