Al
horno, piensa la hormiga
que
ve la sandalia arrojarse en manada
‘Todos
estos pollos largos adoran el horno’.
Las
palmeras charlatanas cruzan chanzas
unas
con otras, al ver picudas narices
coloradas, coloradas.
Las
aves aturdidas, con el amasijo de brillos
que
ahora en las playas se lanzan,
no
recuerdan dónde colocaron sus nidos,
‘Fue
en éste pino, o en el olivo del moreno
sin
mangas’.
Las
olas sordas del todo, ven rasgarse con
motos
acuáticas,
mientras
los peces en estampida enloquecen,
y
se refugian en el puerto bajo el casco
de
los veleros silenciosos.
El
horno levanta el olor de la tierra, de los pinos,
y
de esas esencias en crema
con
que embadurnan al niño;
pero
aún no es la locura y un anciano mira el cielo
con
su dedo-sentencia:
‘Aún
tiene que venir la lluvia y vendrá,
vendrá
parabién mucha con su oro líquido’.
Nená de la Torriente