No
puedo negar que golpeo
una
cicatriz que no es la vuestra,
ni
la tuya, ni la del hombre que pasa
pegado
a su periódico, como un hambriento
en
busca de esperanza.
No
puedo negar que cada herida,
no
tiene un número, no son todas un siete
descolgado, ni un hueco que pueda recomponerse.
Nos
parecemos tanto,
que
a veces creemos vernos en el de al lado
y
le decimos eso se pasa, confiados ciegamente
en
que se pasa,
pero
no sabemos nada.
Somos
imposibles telas de araña,
cada
una única,
entramados
túneles que dan a la tierra,
y
túneles fabricados de aire,
curiosamente, los más difíciles de penetrar.
Hablar
de tus cosas no es liberarlas,
es
hablar de tus cosas,
y
no es grosera la atención que las concedes.
Me
gusta escuchar las cosas que me cuentan,
quizá
por eso me gusta contar las mías.
Contamos
esto, aquello, una lágrima,
alguna
pregunta, un instante de angustia,
un
deseo, un momento de pasión.
Si
te preguntan ¿duele la sinceridad?
Diles
que no duele, porque la sinceridad
no
ha empezado todavía.
Nená de la Torriente
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