lunes, 18 de junio de 2012


Para decirte adiós 
me imaginaré poniéndote 
una camisa blanca, 
limpia y de algodón 
que huela a los olores de siempre. 
Te abotonaré despacio cada ojal, 
estirándote las mangas,  y te alisaré 
las arrugas con infinita paciencia. 
Para decirte adiós,  cerraré los ojos, 
me pondré de puntillas e imaginaré 
que te beso en la frente, 
que te atuso el pelo, 
que te digo ‘suerte’ y 
que me das la espalda. 
Miraré como te alejas 
hasta que seas un punto. 
Te desvanecerás,  y mi adiós se irá 
al mismo paso que el tuyo. 
Te perderás como se para el viento, 
así sin más,  como una ráfaga que llegó 
para marcharse. 



Nená de la Torriente

2 comentarios:

  1. Hermoso y profuso el mimo de tus manos para quien convocas el adiós.

    Por cierto, la mano izquierda de quien dice adiós tiene el dedo meñique un poco tullidito.

    Saludos.

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  2. Sí, es la mano de un simio, el señor Darwin estaría muy satisfecho. Claro que los que opinan que venimos de la lagartija no lo estarían tanto. Chica es que nunca llueve al gusto de todos, esto es una pelea diaria.
    Un saludo guapetona,

    Nená

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