jueves, 7 de junio de 2012


Decías ayer que las alas 
no nos acercarían a soles de  arcilla, 
y me hacías reír. 
Hablabas de sexo,  alas y soles 
mientras engullías mermelada de 
arándanos. 
Aprendes que las mañanas son 
como esa arcilla,  pero no siempre 
con los mismos soles,  las moldeas 
con la ternura que has ganado o 
librado a través de los días, 
los larguísimos días de tu larga 
o no tan larga vida. 
Y siempre nos queda la mermelada 
de arándanos, 
aunque untada sobre 
rebanadas de pan caliente. 

   



Nená de la Torriente

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