lunes, 4 de junio de 2012





Presiento que los cientos de ojos 
que como diminutas gotas de vapor 
se caen,  nos miran. 
En esta tarde naranja,  no sólo el mar 
habla,  hasta el gorgojeo de la roca 
en su leguaje cifrado nos dicta cosas. 
La arena que respira,  se arrastra 
por debajo del agua,  en una resaca mínima, 
parece que lame mis pies como Gollum 
acariciaba el anillo. 
Siento frío,  ese frío que avisa que todo 
está por venir,  que ya está viniendo, 
y me veo como una cascareta perdida, 
asimétrica,  hueca en su centro, 
esperando la luz de una luna que sé 
que será luna llena. 
Hay momentos que no quieres que pasen 
ni quieres pasar tú con ellos, 
sabes que nada detiene al tiempo 
pero tú si puedes detenerte, 
aunque de nada serviría. 
Somos animales destinados a adaptarnos, 
unos,  los más happy dirán ‘armonizarnos’, 
pero aquí no hay música. 
Yo quiero avenirme lo mínimo,  casi lo 
inevitable,  aunque me salgan más canas 
que al resto, 
aunque duerma menos horas, 
o se me cruce la conciencia más veces 
y me plantee más dudas, 
intentaré contestármelas todas; 
pero quiero saber que he vivido con una 
cierta coherencia,  con una cierta libertad, 
y con un cierto amor por sentirme parte de todo. 





Nená de la Torriente

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