Presiento
que los cientos de ojos
que
como diminutas gotas de vapor
se
caen, nos miran.
En
esta tarde naranja, no sólo el mar
habla, hasta el gorgojeo de la roca
en
su leguaje cifrado nos dicta cosas.
La
arena que respira, se arrastra
por
debajo del agua, en una resaca mínima,
parece
que lame mis pies como Gollum
acariciaba
el anillo.
Siento
frío, ese frío que avisa que todo
está
por venir, que ya está viniendo,
y
me veo como una cascareta perdida,
asimétrica, hueca en su centro,
esperando
la luz de una luna que sé
que
será luna llena.
Hay
momentos que no quieres que pasen
ni quieres pasar tú con ellos,
sabes
que nada detiene al tiempo
pero
tú si puedes detenerte,
aunque
de nada serviría.
Somos
animales destinados a adaptarnos,
unos, los más happy dirán ‘armonizarnos’,
pero
aquí no hay música.
Yo
quiero avenirme lo mínimo, casi lo
inevitable, aunque me salgan más canas
que
al resto,
aunque
duerma menos horas,
o
se me cruce la conciencia más veces
y
me plantee más dudas,
intentaré
contestármelas todas;
pero
quiero saber que he vivido con una
cierta
coherencia, con una cierta libertad,
y
con un cierto amor por sentirme parte de todo.
Nená de la Torriente
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