Remiendo
una y otra vez
las
escamas de este traje,
que
me trajo el viento,
no
sea que vengan las lluvias
y
me aneguen de nuevo.
Miro
los mares antes procelosos,
hoy
reflejos de luna,
láminas
de colores como
inimitables
lienzos.
Habré
llegado muy tarde, lo sé,
siempre
lo hago,
quizá
tenga miedo a llegar veloz,
o
sólo a llegar a secas.
Si
me estimo y no me aman,
cómo
sostener el cariño a estas
manos
cubiertas de nadas,
a
estas piernas cansadas, o
a
estos ojos guardianes de tantas cosas.
Nená de la Torriente
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