viernes, 29 de junio de 2012




Detén esta campana, 
silencia la sonora oquedad 
que retumba en el campo. 
Dile a mis pies que el suelo 
no habla,  que tampoco se queja, 
que no sufren las hormigas 
en sus hormigueros. 
Amordázame a mí 
para que no grite, 
para que no intente salvar 
a la hierba con mis propias manos,  
átame,  sostén mi nervio. 
A veces lo que no entiendes 
te parece una amenaza, 
somos así de tardos y timoratos. 
No me dejes comprarle zapatos 
a los niños del barrizal, 
los usarán para jugar a las barcas. 
Ellos desean ir descalzos, 
dime que pregunte antes, 
no me dejes jugar a salvar 
a todo lo que no ha pedido ser salvado. 




Nená de la Torriente

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