El poema en su
identidad
le agrada cruzar
fronteras,
no las hechas por
los hombres.
Buscan corazones
de agua
que sueñen con
estrellas
y que en su
humedad sepan fulgurar
hasta atraparlas
con letras.
Ellos mandan,
no tienen amo, ni
patria, ni bandera,
ni labios, ni
piel,
ni intenciones encubiertas.
Los poemas son
dueños de sí mismos
y vuelan solos,
una vez que han
nacido
de cualquier
vientre.
No se sabe que
rumbo toman,
a qué ojo harán
fuente,
a qué labio
levantarán mareas.
Pero aún hay almas
que se encierran
en sus versos,
no quieren
dejarles ir,
y hay mentes que
sólo leen los versos
como diarios de
esas almas,
equivocándose
siempre.
El poema tiene su
propia identidad.
Nená de la Torriente
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