Mi
nombre es Gloria,
como
el nombre de mi madre,
como
el nombre de mi abuela.
No
es feo mi nombre, me gustan
los
nombres, y al mío le tengo
un
cierto afecto.
Pero
no podría girarme si alguien
me
llama Gloria, ni alzar la vista a un grito
de
¡ey, Gloria! y cuando recibo las cartas
y
veo mi nombre, me pregunto:
¿Quién
es Gloria?
Quizá
por lo que implica el nombre,
o
porque mi madre es la mujer
más
inteligente del mundo,
o
porque mi abuela fue la mujer más bella
del
planeta,
o
simplemente porque me queda grande,
o
incómodo, o apretado,
o
lejano,
y siempre me cuesta responder
a un sencillo ¿qué
tal Gloria?
Nená de la Torriente
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