sábado, 9 de junio de 2012


Este amanecer con niebla 
entre tímidos rayos perdidos, 
como un pulmón roto liberándose 
por fin de su dueño, 
me da escalofríos. 




Qué solos estamos, 
qué imperfectos, 
la inquietud que generamos 
debe abrumar al mismo suelo, 
aterrar hasta el aire que inhalamos. 
Miro por la ventana y me vacío, 
siento como me invade todo, 
primero tímidamente, 
luego casi como la acometida 
del animal hambriento. 
Nuestra debilidad la siente el mundo, 
igual que el ciego siente cómo vibra 
la lágrima,  y cómo huele el deseo. 
No escapamos a los ojos de la niebla 
de esta madrugada de sábado, 
en un mes de junio cualquiera 
con esta tórrida temperatura, 
y en mi cuerpo se dibuja 
la ruta,  con cierta sumisión, 
de cada estremecimiento. 



Nená de la Torriente

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