sábado, 9 de junio de 2012





La vida nos revienta, 
nos explota,  nos da una bofetada, 
por la cantidad de veces 
que como niños ñoños, 
nos quejamos de miserias 
que son caramelos comparados 
con las verdaderas indigencias. 
Me avergüenzo,  y mil veces 
me sonrojo,  por quejarme 
de soledades,  que sin dejar 
de sentirlas,  no son nada 
comparadas con las desdichas 
de este mundo. 
Nunca he querido parangonar 
estos entresuelos, 
pero si echo una mirada, 
tengo que pintar un borrón 
sobre mi rostro, 
ponerme cara a la pared 
y mandarme a la boñiga 
un billón de veces, 
y ni aún así,  pintaría 
magnitud adecuada. 
Mándame tú,  anda, 
mándame tú. 




Nená de la Torriente

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