Cuando
grité no regresó ni el eco,
nadie
vino a buscarme,
nada
sonó,
ni
mi aliento,
ni
el sonido del temblor de mi boca
tras
el grito,
ni
un corazón agitado.
Supe
que tú nunca estuviste
como
yo te buscaba.
No
debí esperar, debí encontrar
lo
que ya estaba dentro y engordarlo,
como
se alimenta a la cría,
verme
en el espejo y después romperlo.
Porque
no hay más eco
que
el que sale de las tripas
y
no regresa,
y
aún así sigue y sigue saliendo.
De
sobra sé que me temblará el alma
pase
lo que pase,
porque
estoy viva.
Nená de la Torriente
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