Diremos
que no te vi,
había
demasiada gente.
No
estuve en aquel lugar
ni
miré donde tú miraste.
Diremos
que no me hablaste,
y
diré que jamás te hablé.
Que
nunca supimos del gesto
de
una sonrisa sencilla,
ni
de una palabra emitida por ambos.
Por
decir, diremos que nos inventamos
una
tarde de junio, o mejor de mayo
-quizá
quede un poco cursi-,
mencionaremos
un febrero hostil
casi
ausente de encanto.
Y
cuando hayamos dicho tan poco,
tan
escaso e impreciso,
¿podremos
ya besarnos?
Nená de la Torriente
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