Salió
del mar sonriendo
como
quien ha estado siempre
entre
olas,
ausente
del mundo.
Pequeño, pálido, de ojos azules,
con
los dientes más blancos
que
las albas perlas.
Sacudió
su cuerpo como un perro
empapado
que arroja el diluvio,
y
miró mis ojos con ternura,
la
misma con la que le estaba mirando.
-¿Estaba desnudo lo has visto?
-No, no lo he visto.
Nená de la Torriente
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