Hace
tiempo que te escucho a media tarde,
con
una voz atinada como sopas serenas
que
buscan dormirse en el estómago.
Pienso
si tu vida se ha desnudado tantas
veces
como mi vida, y
si es verdad que en el fondo has sabido
cómo
no hacerlo nunca.
Maniobras
del reincidente, demasiados atajos,
lugares
comunes, palabras ciertas
justo al doblar la esquina,
solares
que parecen llenos sin un alma
que
les dé un soniquete.
Sillas
desvencijadas donde no poder sentarse
que
siguen llamándose sillas,
ojos
invidentes que no han perdido su aspecto de ojo.
Siempre
juguetes rotos, con apariencia de nuevos,
que
juegan a bailar despacio
cada vez que suena un vals de dolor.
Nená de la Torriente