viernes, 19 de julio de 2013

Imagíname en el agua o en la arena, 
en el fondo donde reposan los seres 
en concordia. 
Imagíname luchando con las olas, 
con coraje y constante brazada, 
sin desanimarme ni una sola vez. 
Imagíname andando desnuda en medio 
de una multitud murmuradora, 
y que esa sea mi soledad mal entendida, 
mi cruz y la antesala del poema. 
Imagíname en un bosque comiendo raíces 
y bebiendo de sus hojas, 
con los pies sucios y el ánimo montaraz. 
Imagíname inventando un lenguaje feraz 
como un huerto de frutos rojos, 
y que el resto del mundo 
intente buscarle un sentido y 
un patrón inteligible. 




Nená de la Torriente