El
aire sostenido en el alfeizar.
Arriba
en el techo, una grieta,
deja
caer las letras de tu nombre,
que
con desvelo recojo en un balde.
Los
espejos, las lámparas,
las
telas, gravitan sin paredes
en
la quietud de un día que no pasa,
que
se resiste a dar el relevo a otro día.
¿No
era eso lo que tú querías?
Si
se detiene todo, se demora el beso,
se
retrasa la caricia que no llega
o
se queda dormida,
tal
vez las manos estén sin alcanzarse
o
se fundan en un roce,
en
un baile de exquisita sencillez.
Pero
si abrimos la ventana
y
miramos más allá del aire sostenido
del
alfeizar,
ese
otro aire en oscilaciones audaces,
tal vez las letras de tu nombre y el mío
deseen
salir a la calle
a
conquistar ese otro mundo tan cautivador.
Nená de la Torriente