Volveré
a escribirte
a
solas, en compañía, dormida,
entre
plato y plato,
tendiendo
la ropa al viento,
o
recogiéndome el pelo enredado
que
nunca de su nido se libera.
Volveré
a escribirte, por el suelo,
en
el asfalto, con la tiza de la escuela,
con
el lápiz de ojos sobre mi piel blanca,
con
el pincel de las acuarelas.
Te
escribiré a todas horas, cosiendo letras
si
el papel me falta,
si no con el carmín sobre la piel
de cualquiera.
Volveré
a escribirte con mis dedos
de
barro en la tapia de tu casa,
o
gota a gota derramando un vino tinto.
No
voy a dejar de escribirte,
ni
siquiera muerta, ocupe o desocupe
el
lugar o sin lugar que sea.
Te escribo.
Te escribiré siempre.
Nená de la Torriente