Al
final gana la costumbre
de
martes a jueves,
de
dos a ocho.
La
nube azul de cristales tornasolados
se
deshace en humo de tabaco,
y
nada y todo parece distinto.
En
qué debemos creer entonces,
en
qué voz,
en
qué mano,
a
quién seguir.
Nuestro
escudo se derrumba,
desnudamos
la ilusión de toda la ropa,
le
quitamos los zapatos,
la
vemos desnuda, como era antes
de
convertirla en brillo,
y
nos preguntamos de dónde nace,
por
qué lo hace o qué cubre,
y
un enorme escalofrío
nos
recorre la columna.
Nená
de la Torriente