A
la luz de las farolas me acuerdo de ella,
tan
acompasada, tan pequeña…
Un
puño de amor que abrió su herida
al
agua bendita,
para
su cura,
la
cicatriz que sana con una caricia.
Doradas
fíbulas atraviesan su levedad
aérea,
y
ella tan chica
es
tan feliz que no pregunta,
que
nada sabe,
que
no descifra,
porque
en el cielo dejó de ser nube
y
fue cometa.
Nená de la Torriente