Suavemente.
Toma
el roce de un beso
como
un precipicio.
La
caricia pasajera de una mano
sobre
otra, como la sorpresa
de
una catarata.
Tu
mirada sostenida en la mía
como
un bello fuego artificial.
Suavemente.
La
palabra errante que se disloca
y
pierde el zapato,
no
llegará nunca a cruzarme entera.
El
timbre chabacano o prepotente
volteará
todo camino
hasta
llegar a mi puente.
Esa
prisa en todo y antes que mañana
es
el tatuaje del rechazo,
porque
suavemente
se
construyen los más hermosos
poemas.
No
es la presión ni el tiempo
en
su precitación primera
la que genera la pasión más grande
ni
la belleza invulnerable.
Nená de la Torriente