Ya
es martes y siento cómo
me
late el pulso.
La
piel es cálida, se resiste
a
bajar de temperatura
y
a dejarse llevar por el sueño.
Los
ruidos de la casa son el
teatro
perfecto para este duermevela.
Le
sujetan títeres con charlas extrañas
y
me empeño en darles forma
y
formular un diálogo comprensible.
Se
rompe un jarrón al otro lado de
la
pared y se inicia una guerra.
Qué
necios somos,
con
lo buenas que serían unas risas.
Las
cosas, siempre las cosas,
y
las cosas no valen una voz más alta.
Si
cierro los ojos y me concentro
puedo
escuchar el pulso de otros
que
como yo, se resisten
a
bajar de temperatura, y aún
sus
ojos brillan en la oscuridad.
Nená de la Torriente