jueves, 18 de julio de 2013

-Hipo vital-


Vivimos un momento absurdo, donde todo es política.
Desde las calles se levanta el grito contra una sociedad vencida por una mala gestión política,  desde la propia voz política del pueblo. No hay una conciencia de humanidad que se rebela,  hay una conciencia de sociedad que se rebela como tal,  con sus clichés, sus atajos y preceptos políticamente establecidos.
Decir que crees en Dios es para muchos,  para una gran mayoría,  significarse a un lado de la balanza, e incluso debes pedir disculpas, como decir que eres de España -que pasa exactamente igual-, y es absolutamente ridículo. 
¿Qué ha ocurrido en todo este tiempo? ¿Creer en Dios es exclusivo de la derecha, y ser de España también? Pues divino,  no se han enterado de nada.
¿Pero contra quién o qué se lucha? Esto no es una lucha de bandos que busca la discriminación y la división de sus gentes -del pueblo-  que es en definitiva el que sufre la decadencia de la gestión política.
A río revuelto ganancia de viles pescadores, eso es lo único que se me ocurre. Dividir, dividir y generar confusión en los más jóvenes.
Pues no,  mis queridos muchachos, muchachas, creer en Dios no tiene nada que ver con la política, aunque la Iglesia la haya pifiado mucho y más, y sí que ha tenido asuntos con ella, durante muchos siglos.
Creer en Dios es un lazo personal que crea el individuo y que no tiene nada que ver con ninguna bandera, y España, es esa extensión de terreno que tiene forma de piel de toro,  que es donde vivimos,  afortunadamente o no.  
Por eso somos de aquí y no franceses o alemanes,  y decir que somos de aquí no es acuñar una bandera con ninguna tendencia política, sería irracional,  y pedir disculpas por ambas cosas es de ser gilipollas.




Nená de la Torriente