-Reconócelo Sebastián,
hay mucha gente buena
pero tremendamente estúpida,
y eso a la larga limita mucho
su bondad.
-Bueno, bueno, Remigio,
pero al menos son personas buenas,
imagina que fueran tercos y maleantes.
Concedes demasiada importancia
a la inteligencia.
-¿Demasiada? Pero si un idiota,
sea bueno o malo, ya es un palo torcido,
no va a dar un paso a derechas.
Si es malo hará maldades estúpidas,
incomprensibles, si es bueno encontrará
el modo de pifiar su acto de bondad.
-Pero Remigio, dicho así el peligro
de un mundo de inteligentes da miedo.
-¿Por qué, Sebastián?
-Porque el malvado llegaría a ser de una
perversidad exquisita, maquinada como
un reloj Suizo.
-Lo compensarían los buenos.
-Eso suponiendo que estén a partes iguales,
y aún así…
- Pues sabes lo que te digo, Sebastián, yo prefiero
un hombre inteligente, bueno o malo.
-Pues yo te digo Remigio, que donde esté un bueno,
que se quite un inteligente.
-¿Brindamos?
-Brindemos.
Nená de la Torriente