lunes, 8 de julio de 2013

-De la inteligencia y la bondad-


-Reconócelo Sebastián, 
hay mucha gente buena 
pero tremendamente estúpida, 
y eso a la larga limita mucho 
su bondad. 
-Bueno,  bueno,  Remigio, 
pero al menos son personas buenas, 
imagina que fueran tercos y maleantes. 
Concedes demasiada importancia 
a la inteligencia. 




-¿Demasiada? Pero si un idiota, 
sea bueno o malo,  ya es un palo torcido, 
no va a dar un paso a derechas. 
Si es malo hará maldades estúpidas, 
incomprensibles,  si es bueno encontrará 
el modo de pifiar su acto de bondad. 
-Pero Remigio,  dicho así el peligro 
de un mundo de inteligentes da miedo. 
-¿Por qué,  Sebastián? 
-Porque el malvado llegaría a ser de una
perversidad exquisita,  maquinada como 
un reloj Suizo. 
-Lo compensarían los buenos. 
-Eso suponiendo que estén a partes iguales, 
y aún así… 
- Pues sabes lo que te digo,  Sebastián,  yo prefiero 
un hombre inteligente,  bueno o malo. 
-Pues yo te digo Remigio,  que donde esté un bueno, 
que se quite un inteligente. 
-¿Brindamos? 
-Brindemos. 





Nená de la Torriente