y
carga con su hermana la sombra.
No te contará el duelo que a su padre
le
llamaron de joven el gozo.
Toda
cruz como cruz se carga en la espalda
y
allí reside,
lejos
del ojo,
donde
no nos habla de sus combates
ni
de sus tinieblas,
con
su largo tejido de pesares.
Tú
sabrás de ellas más allá de la pupila
y
del beso,
atraparán la otra cruz que el otro lleva
con
cables de acero.
Porque
ellas se entienden con un lenguaje íntimo
que
desconocemos
y
entrelazan agonías por consuelo,
con
cada mirada,
con cada
caricia,
con cada
beso.
Nená de la Torriente