Bla,
bla, bla ¡pum!
Bla,
bla, bla ¡plas!
Qué
poco nos escuchamos.
Hablamos
de oreja a oreja
en
un recorrido cíclico,
con
una mente con gajos
como
una naranja a medias.
¿Quién
es quién?
¿Qué
necesita?
Siempre
visto desde uno
desde nuestros huérfanos gajos.
Tengo
que aprender tantas cosas,
que
me da vértigo la mañana y las alturas,
porque
es como empezar de cero,
cero, cero, cero, cero
siempre
y con una sonrisa.
Ella
me dice:
“Tú
lo que tienes es que…”
Y
se me escapa la risa,
no
quiero ofenderla, pero ese espíritu
de
mirarnos en el otro
está
muy extendido y se diluye
como
un tinte azul en el vino.
¿Para
que sirve hablar
si no se escucha?
Nená de la Torriente