domingo, 14 de julio de 2013


El gorrión se perfuma en la albahaca 
antes de piar al alba. 
La concha se lava la cara 
con la primera y última ola, 
se peina con el inaugural 
y turbado rayo de sol. 






Las calles lamen la humedad 
de la noche,  para vestirse mojadas, 
como el perro sacude sus lanas 
y estira sus patas cuando despunta 
el áureo. 
Un día nunca es igual a otro 
aunque parezcan idénticos, 
multitud de infinitos asombros 
se suceden, 
como el beso primero y el último, 
el abrazo largo y entrañable, 
-no necesariamente al conocido-, 
el encuentro de aquel botón que al pulsarlo 
te procura la sonrisa, 
el latiguillo de unos ojos que te cruzas 
en la acera, 
esa flor extraña que llena tu mente 
unos segundos, 
un poema, 
dos poemas, 
el deseo, 
las ganas de un pastel que viste 
en aquel escaparate. 




Nená de la Torriente