Como
un disparo en el músculo
o
cruzando una vía,
así
mi pecho se para en el acto
como
un topetazo de tren.
Y no queda sudor frío que suba
hasta
las mejillas,
ni
me arden las manos,
ni
veo el suelo como si estuviera subida
desde
la torre más alta del más alto
campanario.
Todo
se detiene, sólo blanco y negro
en
una escala de infinitos grises,
y
mi boca sin sed, sin saliva,
seca
del venaje de los besos más dulces.
La
vida sonámbula a ritmo de saxo,
que
repite constante una sola nota
olvidada
en la vieja boquilla.
Porque
ya no estás mi amor,
porque
soy una mitad sin motor y
sin
la belleza de un corazón entero.
Nená de la Torriente