lunes, 8 de julio de 2013



Cuando llega el pedante 
se hace el silencio, 
se le huele,  se le intuye, 
las maneras le señalan: 
¡Ahí viene el pedante, 
no os arriméis mucho, 
que va a sacar a Faulkner 
y a Cowley,  a Proust y a 
Ruskin! 





Y así lo hará,  como una servilleta 
extendida se la colocará al cuello, 
y hablará y hablará por el gozo 
de escucharse. 
Unos sentirán admiración, 
otros inapetencia hasta llegar 
a la hartura, 
y los más se perderán en sus gestos 
como un pajarón que no sabe 
tragarse las hojas de los libros. 
Cuando llega el pedante 
gotea el tejado sin lluvia, 
y todos quieren subir a arreglarlo, 
pero de esto,  él nunca se da cuenta. 




Nená de la Torriente