Cuando
llega el pedante
se
hace el silencio,
se
le huele, se le intuye,
las
maneras le señalan:
¡Ahí
viene el pedante,
no
os arriméis mucho,
que
va a sacar a Faulkner
y
a Cowley, a Proust y a
Ruskin!
Y
así lo hará, como una servilleta
extendida
se la colocará al cuello,
y
hablará y hablará por el gozo
de
escucharse.
Unos
sentirán admiración,
otros
inapetencia hasta llegar
a
la hartura,
y
los más se perderán en sus gestos
como
un pajarón que no sabe
tragarse
las hojas de los libros.
Cuando
llega el pedante
gotea
el tejado sin lluvia,
y
todos quieren subir a arreglarlo,
pero
de esto, él nunca se da cuenta.
Nená de la Torriente