jueves, 11 de julio de 2013

Bajaba el río hablando bajo, 
meditabundo y 
barruntando no sé qué cosas. 
Parecía distraído y sin ganas de fluir 
en su cárcava. 
Alguna gota joven saltaba traviesa 
y rozaba un risco con imprudencia. 
Le habían hablado del mar,  y de la estética 
de sus olas,  y 
por primera vez escuchó la palabra 
Calología,  y horrorizado pensó en sus formas, 
en la armonía,  en su regularidad,  y en su simetría. 
Cuando se iba acercando al puente,  éste le gritó: 
‘¿Has pensado en la posibilidad de que seas hermoso 
porque otro te vea hermoso?’ 
El río sonrió,  agitó sus aguas y recobró el brío. 
‘¿Tú desde ahí me ves espléndido?’ 
‘¡Magnífico!’ 
Le contestó el puente. 
El río embraveció sus aguas de regocijo y su cárcava 
se convirtió en cauce. 
Mientras fluía alegre el agua preguntó 
al puente su nombre,  y éste le contesto: 
‘Immanuel,  querido amigo, 
Immanuel’. 





Nená de la Torriente