martes, 9 de julio de 2013

-De las úlceras o los gritos-

¿Por dónde dejas escapar 
el acerado grito, 
qué fuga encuentra tu cuerpo, 
qué salida rápida y determinante 
que rasgue y no deje huella,  ni hiera 
el espacio del otro? 
No siempre el cuerpo es sabio 
y el cuerpo es naturaleza, 
a veces se retuerce hasta 
provocarse la herida, 
de una forma incomprensible. 
¿Cómo hablarle a la piel,  cómo, 
a las vísceras 
para que se liberen de ese tirano 
que las tiene retenidas, 
de la angustia que las maltrata,
que las somete en tirantez
y en despótico mandato? 
Bellas,  respiraros,  relajad vuestro espacio, 
que la mente en su despropósito diario 
anda siempre en conflicto, 
y os sujeta porque no puede agarrar la luna. 
Caprichosa,  voluble,  maniática, 
pretende arreglar los problemas del mundo 
y lo pagáis vosotras,  retorciéndoos en un 
interior oscuro,  o aquí en esta extensión 
tan plácida. 

¡Humano grita! 

No temas la inflexión del alarido. 




Nená de la Torriente