¿Por
dónde dejas escapar
el
acerado grito,
qué
fuga encuentra tu cuerpo,
qué
salida rápida y determinante
que
rasgue y no deje huella, ni hiera
el
espacio del otro?
No
siempre el cuerpo es sabio
y
el cuerpo es naturaleza,
a
veces se retuerce hasta
provocarse
la herida,
de
una forma incomprensible.
¿Cómo
hablarle a la piel, cómo,
a
las vísceras
para
que se liberen de ese tirano
que
las tiene retenidas,
de la angustia que las maltrata,
que las somete en tirantez
y en despótico mandato?
Bellas, respiraros, relajad vuestro espacio,
que
la mente en su despropósito diario
anda
siempre en conflicto,
y
os sujeta porque no puede agarrar la luna.
Caprichosa, voluble, maniática,
pretende
arreglar los problemas del mundo
y
lo pagáis vosotras, retorciéndoos en un
interior
oscuro, o aquí en esta extensión
tan
plácida.
¡Humano
grita!
No
temas la inflexión del alarido.
Nená de la Torriente