La
arena de la playa y la mar
no
siempre se llevan bien.
Al
anochecer, la arena quiere dormir,
y
la ola se siente charlatana,
y
burbujea fuerte para que no descanse
la
dorada, ahora gris.
Se
une a la redonda de plata y se cuentan
cuentos
toda la noche, de esos donde no
salen
princesas ni sapos que se besan,
y
la arena se apelmaza y se enoja.
'¡Callad, locas, siempre revoltosas
criaturas
nocturnas!
¿Y
tú ola, por qué no hablas más
por
el día cuando llega el niño orondo
con
el flotador de rueda?'
La
ignoran, creen que es una ceniza.
Ellas
montan sobre caballitos de mar,
ríen
jubilosas, cantan canciones de marinos,
y
salpican a la arena tantas veces
como
la ven cabecear.
Nená de la Torriente