Ten, dijo la fresa,  
mi
carnosa promesa,  y 
déjame
el ramaje con que vine vestida. 
Invade
mi tersura, 
grita
la manzana, 
provocadora
como el primer día 
de
aquellas primeros épocas;  
yo
te seduciré como ninguna. 
Ven,  dicen sus labios 
como
dos frutas jamás advertidas,  que 
no
hay ninguna marea más fuerte, 
ni
anclaje con cabestrante 
que
no nos someta más a la humedad 
de
su boca
y al hambre de sus besos. 
Nená de la Torriente
