viernes, 14 de junio de 2013

El ruido de los camiones,  el sonido 
de los motores sostenido en los atascos. 
Ese calor de vidrio irregular y móvil 
que desfigura las líneas, 
las voces,  la radio como un parpadeo 
débil. 
Amnesia,  pérdida de días que fueron 
y tal vez llegaron a algún sitio. 
Libros en el asiento de atrás, 
mentiras en el asiento de delante. 
Tabaco,  tabaco,  tabaco,  la noche aclaraba 
el atisbo de cualquier ebriedad, 
porque con aquella luz 
el vidrio se veía regular y diáfano. 
Ahora no me digas que no sé,  que no entiendo, 
porque decidí ponerme un sombrero de paja 
y calzarme unos zapatos de campesina, 
y hasta consentí que me llamaran vagabunda. 




Nená de la Torriente