miércoles, 26 de junio de 2013

Duerme la vagabunda 
su segunda inocencia, 
y se pregunta si tal vez 
no extravió la primera 
y si lo de ser vagabunda no 
fue decisión sino su condición 
natural. 
Con agrado ve monte 
donde en realidad hay autopista, 
confundiendo el ruidoso tráfico 
de la M-40 con la cascada de agua 
que caía en las viejas grutas. 
Deduce que no tiene que arreglar su mente 
porque tiene dos visiones y no una, 
y porque no hay suerte de norma que le dicte 
cómo ser ni cómo mirar. 




Nená de la Torriente