Pocas
cuerdas vocales
para
tantos gritos.
Pocos
ojos entre muchos ojos
para
tantas lágrimas,
con
infinita gravedad.
Muchos
seres humanos
para
tan poco amor y tanta
escasez
de ternura.
¿Dime
por qué, mi amor?
Se
abren demasiadas ventanas
por
donde arrojarse,
Se
cierran demasiadas puertas
cuando
llevas el sol.
¿Por
qué la parte de monte
que
se escala no tiene cintura,
si
hay otra que tiene
hasta
pechos frágiles,
con
edén de fruta fresca
y
calmada pausa?
Las
manos se alejan como emigran
las
golondrinas.
Las
voces prometen mentiras
sólo
por complacer.
Nadie
se detiene a mirarse
en
el otro
más
tiempo que el que
se
gasta en un cigarrillo.
¿Dime
por qué, mi amor?
Nená de la Torriente