No
quiero ser la flor
quiero
ser la hoja,
la
nervuda hoja que nadie mira.
En
este domingo de viento Sur,
de
aires cálidos, mi cabeza
se
enarbola como una bandera
por
el Norte en mi flujo sanguíneo,
y
veo barquitos de vela
como
estampas perfectas.
Los
montículos verdes de palmeras
me
hacen sonreír, con ese aleteo
de
plumeros de polvo sobre estantes
de
bambú.
Mis
ojos de pescado bucean en el cristalino
de
todos los ojos de este lado del mundo,
y
me doy cuenta, amor, que yo no tengo
un
lugar al que regresar aunque regrese,
ni
un pedazo de mundo al que pueda llamar
mi
casa.
Nená de la Torriente