Lamento
creer ciegamente en la vida,
en
todos sus posibles imprevistos,
en
su loco azar venturoso o infortunado,
y
no creer en ti.
Y
no es que no te crea como vida que eres,
igual
de maravillosamente imprevisible,
es
precisamente de ti lo que creo,
y
eso me imposibilita
para
creer en tus palabras de amor ETERNO.
No
dudo que quieras creerlo
como
yo quisiera creerlo,
pero
es como mirar al mar y esperar
que
las olas se detengan, y dejarlo estar
en
una visión egoísta.
La
vida tiene que fluir con o sin nosotros
y
las palabras la mayoría de las veces
se
convierten sólo en deseos.
Por
eso no espero, nunca espero,
y
no es porque mi naturaleza sea generosa
es
porque hace tiempo que comprendo
muy bien esta
realidad.
No
guardéis el amor para mañana,
quizá
sea demasiado tarde.
Nená de la Torriente