miércoles, 12 de junio de 2013

¿Dónde se quedan los silencios 
cargados de fantasmas? 
En algún lugar han de guarecerse 
cerca de nosotros,  porque son 
hijos nuestros y no sabrán dónde ir. 
¿Cuántas veces has callado un nombre? 
¿Cuántas un grito? 
¿Cuántas otras un llanto tan desquiciado 
como sísmico,  que hubiera hundido tu mundo 
y el de otro? 
Por eso yo hablo,  hablo,  hablo, hablo,  hablo. 
No quiero hijos perdidos 
y no saber dónde ir a buscarlos. 
Las palabras son ligeras,  a veces tanto, 
como el roce de las hojas del maíz 
en las tarde de julio, 
el sonido más gozoso que para mí existe 
pero que se detiene cuando se detiene el viento, 
como si jamás hubiera existido. 





Nená de la Torriente