Lento.
Así
todas las liviandades,
todas
las trascendencias.
No
me precipites el pulso
ni
la lengua, la palabra a
su
cuidado, con su prisa,
como
los hijos corretean
sin
miedo a las rodillas sucias.
Yo
te besaré cuando quiera
y
no sentirás el atropello.
Será
tan lento
como
pasan las nubes con olor a tarde
después
de una carrera,
cuando
todos se han ido ya al baile
y
aún queda el olor
de
todos los cuerpos.
Nená de la Torriente