La
luna y el sol me confunden,
quizá
es porque me he quedado sin temperatura.
¿Frío
cuando poso la mano en el fuego?
Al
menos queda el pretexto de la sorpresa,
el
modo inconcreto de burlar al sueño.
Ya
no contamos con los dedos porque nos avergüenza
y
lo hacemos escondiendo las manos.
Preferimos
que nos roben el tacto a descubrirnos
acémilas, cuando no sentimentales o emotivos.
¿Es
ésta la reserva natural de nuestra especie?
Yo
sólo quiero que me des la mano y que me
dejes
apoyar la cabeza en tu regazo.
Nená de la Torriente