No
dejes de hablarme, 
no
detengas esa voz familiar 
y
calinosa que envuelve mi aire 
y
lo hace asombroso. 
No
dejes de verme hermosa, 
de
hacer que mis ojos miren 
hacia
dentro con sorpresa, 
como
quien tiene un vestido 
de
princesa, 
y
puede perderlo 
de
un momento a otro. 
No
dejes de besarme, 
de
rozarme con la maravilla 
porque
tuya es la magia entera, 
la
ilusión,  el zapato de cristal,  el reloj 
que
nunca suena. 
Son
tus ojos y tus palabras,  tus besos 
de
infinita ternura, 
el
aliento cálido y el amor que sella; 
son
ellos los que me permiten soñarme 
siempre
que escribo 
y
que no lo hago, 
en
el reino de las cosas espléndidas. 
Nená de la Torriente
