sábado, 15 de junio de 2013

Al final de la calle en la esquina, 
hay un banco a la sombra de un chopo. 
Allí he colgado mis pies muchos días 
ganándole al tiempo su rígido trazo. 
He podido sentir el olor de las cosas 
en sus mismas orillas,  y 
capturar el temblor de los ruidos 
con las yemas de los dedos. 
En ese banco a la sombra de un chopo 
las alevillas recorrían mi nuca   
con los besos del viento que abdica 
y las sombras naranjas que al irse 
se difuminan 
descargándome un disparo, 
tal vez dos. 




Nená de la Torriente