El
duende
no
mira el río al cruzar el puente,
ni
el terruño al volar de cima a
copa,
ni
la línea recta y borrosa del
horizonte
cuando
pasea silbando en el llano.
Pero
hay un elfo de las cosas
que
mira el puente, el río y el cascabeleo
del
agua en cada gota perdida
en
su carrera.
Y en su vuelo de copa a cima,
no
hay flor, ni grana, ni bicho que en el suelo
no
divise, como tesoro sorprendido.
Y
hasta a la línea del horizonte
clasifica
por capas
poniéndoles
nombres,
cuando
pasea nombrándolas por el llano.
Nená de la Torriente