-Muchacho, no me torees-
No
hay pitón que me cornee,
ni despejo la nuca para buena
estocada.
Es
lo que tiene la miel de la flor
y
el azúcar de la fruta,
nadie
las reconoce hasta que se
convierten
en miel o en azúcar.
Despacio, lentos
se
ven mis pies cuando van a toda prisa, y
cuando
hay nubes llevo un sol
y
cuando hay sol,
saco un tendido de nubes.
Mírame
bien muchacho.
No
intentes
marearme con tu capote
escarlata.
¡Al monte, hijo, al monte,
a burlar a los tréboles!
Nená de la Torriente