Dame
algo
que
no cargue palabras densas,
ni
exceso de ambigüedad
o
de retorcidas maneras.
Dame
en muy poco
una
verdad que no esté fría,
que
no haya aprendido en algún libro
de
escuela antigua, con bocadillo
envuelto
en papel de estraza.
No
me des pluma de sombrero,
ni
genuflexiones la rodilla
como
galán de hace siglos,
ni
me muestres guantes
por
no enseñarme tus uñas sucias.
Dame
agua de manantial sereno,
de
caño de fuente
¡o
de grifo!
Pero
muéstrame tu claridad primera,
tu
palma abierta y extendida,
la
humanidad que cabe en unas letras
para
que pueda calmar mi sed.
Nená de la Torriente