-Aunque
no te guste lo que leas-
Se
pierde la fe.
De
una manera extraña se
acaba
lo que hace un segundo
o
ayer era evidencia,
así
de frágiles somos.
Culpamos
al concepto de amor,
al
concepto de Dios
o
al de alma.
Decimos
que nada de eso existe.
No
nos detenemos a pensar
en
nuestra inconsistencia,
en
la fórmula que utilizamos
para
nombrar las cosas.
Piensa
por un momento
que
no se pierde la fe, ni el amor,
ni
siquiera Dios o el alma.
¿Quién
ha creído con absoluto abandono?
¿Quién
ha amado sin ser esclavo del sexo?
¿Quién
ha comprendido el verdadero sentido
de
la sencillez de la trascendencia?
¿Quién
ha abandonado su nombre y ha permitido
extraviarse
entre las motas del polvo?
Seguimos
creyendo que el hombre es
la
medida de todas las cosas.
Nená de la Torriente