miércoles, 5 de junio de 2013

-Aunque no te guste lo que leas-


Se pierde la fe. 
De una manera extraña se 
acaba lo que hace un segundo 
o ayer era evidencia, 
así de frágiles somos. 
Culpamos al concepto de amor, 
al concepto de Dios 
o al de alma. 
Decimos que nada de eso existe. 
No nos detenemos a pensar 
en nuestra inconsistencia, 
en la fórmula que utilizamos 
para nombrar las cosas. 
Piensa por un momento 
que no se pierde la fe,  ni el amor, 
ni siquiera Dios o el alma. 
¿Quién ha creído con absoluto abandono? 
¿Quién ha amado sin ser esclavo del sexo? 
¿Quién ha comprendido el verdadero sentido 
de la sencillez de la trascendencia? 
¿Quién ha abandonado su nombre y ha permitido 
extraviarse entre las motas del polvo? 

Seguimos creyendo que el hombre es 
la medida de todas las cosas. 



Nená de la Torriente