lunes, 17 de junio de 2013

Con lo que amaba la tierra 
no dudó en perseguir aquel silbato de tren. 
Recorrió el mundo, de punta a coma, 
y le fascinó lo pequeño de su enormidad. 
Cada vez que aquella barba incipiente crecía 
la luna se volvía loca por él, 
pero la rechazaba con sus artilugios de barbería, 
iba buscando una mujer. 



Con tanto amanecer distinto,  encontró la pasión 
de todas las cosas y entendió que el amor 
hacia una sola era imperfecto, 
demasiado pequeño, 
como un hilo atado al índice de su mano derecha, 
una grana en un plato de arroz. 
Él le dijo,  vente conmigo niña,  tú entiendes mi verbo, 
y le contestó que no, 
prefería convertirse en él y seguir su camino. 
Se llevó lo mejor de él y le dejó lo peor de ella, 
pero eso nunca llegó a saberlo. 

                                                            Louen F. (1941-2011)





Nená de la Torriente